Payunia y Mendoza en Argentina

La segunda mitad de nuestro viaje en Argentina empieza cuando nos vamos de Junín de los Andes a Payunia y Mendoza. Nos quedamos en un rancho aislado con un paisaje marciano. Hicimos un tour al parque nacional, hicimos rafting y un paseo en bicicleta con cata de vinos. ¿Qué podría salir mal? Seguí estando molesta porque la gente no llegaba a tiempo, pero también me pude relajar un poco más y disfrutar de los maravillosos paisajes. Si quieres escuchar la primera parte de nuestra aventura en Argentina, puedes buscar Argentina - El Districto Lago.

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Texto de la Historia

Luego de nuestras (des)aventuras en Junín, fuimos al norte a un rancho de eco-turismo en Payunia, en las afueras de Malargüe y luego nos pasamos a Mendoza, una famosa zona vinícola. Seguimos encontrando aventuras inesperadas. Algunos aspectos fueron disfrutables y otros eran mentalmente desafiantes.

Argentina es un país grande, pero la inmensidad sólo se volvió tangible cuando intentábamos llegar a diversos lugares dentro del país. Al hacer planes para irnos de Junín de los Andes para llegar a Malargüe, el viaje resultó ser bastante largo y complicado. Tuvimos que tomar 3 camiones diferentes en el transcurso de 24 horas, incluyendo un camión nocturno. 

Nunca había tomado un camión nocturno y estaba emocionada por esta nueva aventura. El camión de dos pisos tenía un chofer y un mesero, era más cómodo que un avión y los asientos designados se reclinaban por completo. Nos sentamos en la parte alta del camión y tuvimos servicio de comida, además de bocadillos y bebidas.

La parte más intrigante del viaje en camión eran las paradas a mitad de la noche en medio de la nada. Durante varias veces por la noche, podía sentir cómo el camión reducía la velocidad y se orillaba para recoger a alguien que estaba al lado de la carretera. Un alma solitaria en la oscuridad, al lado del camino, en la tierra, sin un letrero de “parada” de camión a la vista. 

Era asombroso cómo el chofer podía ver a la persona al borde de la carretera rural, al ir viajando a alta velocidad y con las luces de los carros en sus ojos. Lo que era más asombroso era que alguien sabía que si se paraba en ese lugar, en ese momento, el camión los vería y los recogería. Si el camión no se paraba por ellos, tendrían una noche muy dura sentados al borde de esa carretera.

Llegamos a Malargüe, pasamos una noche y luego nos fuimos a alojar en un puesto llamado Kiñe. Era un rancho de eco-turismo dentro de la reserva de la Payunia. La reserva provincial La Payunia fue establecida en 1988. Payunia tiene la concentración de volcanes más alta del mundo. ¡Si fueras lo suficientemente fuerte, probablemente podrías aventar una piedra de un volcán a otro!  La tierra y las piedras eran negras por la lava y rojas por los óxidos de hierro en las rocas. Se sentía un poco como estar en Marte, con las piedras rojas y el óxido de hierro. No hay tierra, son todo piedras y minerales. Esto deja bastante austero al paisaje, donde sólo sobreviven las plantas y animales más resistentes. La planta más común es una hierba baja. El animal más grande del área es el guanaco.

Nuestra guía turística, Footprints mencionaba brevemente a Kiñe y los contactamos por email. Pensamos que el puesto sería una clase de pueblo pequeño. Por la descripción en la guía sabíamos que habría comida, camas, senderismo y paseos a caballo. No sabíamos cuántos huéspedes más se alojarían allí. 

El lugar también tenía un sitio web, pero en aquellos tiempos, los sitios web eran muy simples. Puede que tuviera la ubicación, el correo electrónico y algunas líneas en español. Cuando intercambiamos direcciones de email con Kiñe, escribimos en español. No había Google Translate disponible, así que tuve que adivinar lo que decían el sitio web y los correos electrónicos.

Para llegar a Kiñe, tomamos un 4×4 desde el hotel. Salvador nos recogió y nos llevó por un camino de tierra. Fue muy satisfactorio hacer un viaje tan único, en medio de la nada. ¡Nos sentimos muy especiales! El camino que tomó Salvador atravesaba el lecho seco de un río que se desborda cada vez que llueve. En verano, cuando estuvimos allí, llueve a diario, así que el camino se inunda a diario. 

La noche anterior hubo una gran tormenta que convirtió el camino en un lodo profundo que ni siquiera un 4×4 pudo atravesar. Un Toyota 4×4 se había atascado en el lodo y un tractor intentaba sacarlo. Esperamos una hora y media a que el rastreador hiciera su trabajo y compartimos un té con Salvador. Fue divertido estar en medio de la nada, tomando té, practicando español y viendo trabajar a un tractor. 

El inglés de Salvador era bastante bueno y mi español aceptable, pero aún no entendía los detalles exactos de nuestros planes de viaje. Finalmente llegamos a una casa, pero no era Kiñe. Era la casa del hijo de Aldo, donde él, su esposa y su hija pequeña nos dieron de comer y luego el hijo nos llevó a dar una caminata. La caminata fue más bien como un paseo por el enorme jardín de alguien y no era un sendero oficial. Caminamos en el clima cálido, pasando junto a cactus, y subimos una gran colina hecha de piedras. Aunque estaba lejos, tuvimos una gran vista de la Laguna de Llancanelo y pudimos ver decenas de flamencos en el lago.

Después de la caminata, regresamos en la 4X4 y recorrimos el resto del camino hacia Kiñe. El puesto era una casa de una familia, un rancho en un paisaje árido donde la familia criaba ganado. Había árboles altos de hoja perenne alrededor de la casa para resaltarla en el panorama. Calculo que el vecino más cercano estaba de donde veníamos, probablemente a unos 10 kilómetros de distancia. 

En la casa, no había otros huéspedes. Sólo éramos Chris y yo alojandonos con esta familia, en una área privada, separada con un una sala de estar, una recamara con literas y un baño. Era muy simple pero bastante cómodo. 

La llegada de las 4 de la tarde trajo algunas presentaciones algo incómodas. Salimos del carro, tomamos nuestras maletas e intentamos hablar en español con la familia. No estoy segura de que hayan entendido nada de lo que les dijimos. El padre, la madre y la hija no nos dijeron sus nombres, pero nos ofrecieron café y pan con mermelada. Descubrimos dos de sus nombres durante nuestra estancia: el padre era Aldo y su hija de 16 años se llamaba Roxana. Tenía el cabello largo y negro y una sonrisa tímida. Esta estadía de 3 noches sería una prueba para mi español. El padre y la madre no hablaban inglés. Su hija de 16 años, Roxana, estaba aprendiendo inglés en la escuela pero se rehusó a practicar con nosotros.

En el estilo tradicional argentino, la cena era a las 9 de la noche. Pasaron alrededor de 4 horas entre nuestros refrigerios y la cena. Nos acomodamos, luego Roxana nos entretuvo. Pensé que seríamos muy viejos para ella, pero pasó mucho tiempo con nosotros los días que estuvimos ahí. ¡Tal vez quería algo de compañía! Sangre fresca. En nuestra primera noche, jugamos cartas con ella y le hicimos preguntas sobre el puesto.

Mientras jugábamos a las cartas, Roxana nos contó unas cosas sobre el rancho. Lo que ella dijo y lo que entendimos probablemente no era lo mismo…Entendimos que el agua no era potable y que cuando quisiéramos más agua, necesitábamos pedirle agua embotellada a la familia. 

También dijo que no usaramos la electricidad a menos que fuera absolutamente necesario o hasta que se pusiera el sol. La familia generaba toda la electricidad ellos mismos. En ese entonces, no entendí como lo hacían. Jugamos nuestra partida de cartas casi a oscuras, sosteniéndose a contraluz de la luna que entraba por la ventana. Nos permitían prender la luz cuando cenábamos.

Antes de irnos del pueblo más cercano, no pensamos en la comida o bocadillos. Durante nuestra velada con Roxana, nos dimos cuenta de que no teníamos acceso a comida aparte de la que nos servía la familia a la hora de la comida. ¡y no trajimos muchos bocadillos! Por suerte sus platillos eran deliciosos y abundantes, así que la comida no era un problema. 

Durante la primera noche de estar en Kiñe, entendimos rápidamente que vivir en un rancho en medio de la nada necesitaba de auto-suficiencia. Además de ganarse la vida con dificultad en su rancho, esta familia invitaba a turistas a su casa para compartir su estilo de vida. Alojarme con esta familia sigue siendo uno de mis mejores momentos de viaje.

En cuanto al senderismo y los paseos a caballo, estas resultarían ser aventuras muy sencillas y, un tanto, extraordinarias. El senderismo se podría describir más como un paseo por su extenso rancho. No había senderos y podíamos pasear por donde quisiéramos. El paisaje era de tierra rojiza, pastos cortos, pequeños volcanes, lagartijas y chinchillas por doquier, y algunas flores silvestres. Subimos a un manantial natural que desembocaba en una pequeña cascada. Roxana nos explicó que esa era el agua de la familia para el rancho, para todas sus necesidades. Estaba lo suficientemente limpia como para tomarla de la fuente sin tratamiento. (Aún no estábamos seguros de si esto la convertía en agua potable). Esa noche, pasamos el rato jugando a las cartas, charlando y leyendo casi a oscuras. Sin televisión ni radio.

Para nuestra siguiente aventura, dimos un paseo a caballo por su rancho. Roxana nos puso en dos caballos caprichosos. No somos grandes jinetes, pero yo soy mejor en eso que Chris. Esto es únicamente porque cuando era niña, tenía una amiga que tenía caballos y me invitó seguido a su casa durante un verano. También fui a un campamento de las niñas exploradoras (girl scouts) y al parque nacional de Yosemite y ahí aprendí a montar a caballo. Hemos tenido otras aventuras de viaje que han sido a caballo y el tamaño y temperamento del caballo dependen mucho del país. Algunos son grandes, poderosos y calmados. Otros son más pequeños, astutos e impacientes con jinetes novatos.

Los dos caballos que montamos eran del tipo quisquilloso e impaciente. Sólo querían caminar uno junto al otro. Chris no tenía el conocimiento para alejar a su caballo del mío. Intenté evitar a ese caballo, pero de vez en cuando ellos se las arreglaban para caminar uno al lado del otro, lo que significaba que nuestras piernas quedaban aplastadas entre sus cuerpos.

Aún no entendíamos del todo que incluiría la cabalgata, pero entendimos que habría una BBQ (o asado) en algún momento. Durante el trayecto, vimos muchos guanacos salvajes y sus montones de heces, las cuales Roxana señaló repetidamente y decía “el baño”. Nos explicó que los pumas cazan al guanaco y cualquier otra presa que pudieran atrapar. Vimos ganado, ovejas, caballos, todos corriendo, pastando y viviendo en libertad.

Luego de 2.5 horas de cabalgata, llegamos al asador y nos bajamos de los caballos con rigidez. Aldo, el padre, ya estaba cocinando un cordero que recién habían matado. Estaba abierto a la mitad y ensartado en un asador de hierro fundido, cocinándose sobre las brasas. Pronto ese corderito estaba listo para comer. Estaba fresco, salado, jugoso, carnoso y gordo. En el mejor español que pude, le dije a Aldo que era simplemente la mejor carne que había comido en toda mi vida.

Durante el almuerzo, se avecinaba una tormenta, como pasa normalmente en las tardes en Payunia. A la distancia, vimos nubes que se convertían en un embudo. Roxana dijo que era la primera vez que veía una nube de embudo en esa área, ¡lo cual era alarmante! Empacamos todo, nos subimos a los caballos de nuevo y empezamos a cabalgar a casa. Aldo nos seguía en su camioneta, al mismo paso que nosotros, en la carretera cercana en caso de que la amenazante tormenta se pusiera fea. Empezó a llover fuertemente y Roxana nos llevó a la camioneta  y acomodó a los caballos para que no se fueran muy lejos.

Con apenas segundos de margen, nosotros 4 nos apretujamos en el asiento de la cabina y granizó durante unos diez minutos. Los caballos se quedaron en el campo, siendo golpeados por las pequeñas bolas de hielo. Dado el paisaje, no había protección para los caballos. Los relámpagos y truenos caían y resonaban a nuestro alrededor. Cayó un rayo a unos 250 metros delante de la camioneta, y la tormenta estaba justo encima. Tras diez minutos intensos, lo peor de la tormenta pasó, dejando solo lluvia. Salimos de la camioneta, volvimos a los caballos y regresamos al rancho.

En el camino de vuelta del asado, el caballo de Chris decidió que había tenido suficiente de él por el día. De pronto se acostó en el suelo, haciendo que  Chris cayera rodando, con su pie atorado en el estribo. Me preocupé por Chris y su pie, ¡pero solté la carcajada con la mirada sorprendida en su rostro y la actitud indiferente del caballo! Roxana parecía sorprendida. ¡Probablemente nunca había visto a un caballo comportarse de esa manera! De algún modo, sin mi ayuda, el pie de Chris estaba libre y él se encontraba bien, aunque un poco sucio.

Regresamos a eso de las 5 de la tarde, leímos nuestros libros, nos dimos un baño y cenamos a las 9 de la noche. La madre hizo flan como postre, el cual es uno de mis postres favoritos. Su flan era el mejor que he comido. Era ligero y esponjoso, con el caramelo justo y una excelente profundidad de sabor. Cuando le dije a la mamá que era el mejor flan que había comido, ¡me dio otra porción! Que gran día para la comida.

Al día siguiente paseamos por ahí por nuestra cuenta y jugamos cartas con Roxana. Ella nos mostró los regalos que le dieron el año anterior por sus quince años. Uno era un conjunto de toallas bordadas que guardaba en la caja de regalo. Nos explicó que esas toallas eran para sus hijos. 

Me impactó que en mi cultura, a los 15 años, la mayoría de mis amigas nunca recibirían toallas para guardar para que usaran sus hijos. También aprecié que Roxana y su familia celebraran la pubertad como el cambio fundamental de la vida que es. Ella parecía muy orgullosa. 

Al final de nuestro tiempo en Kiñe, Aldo nos llevó en su camioneta a encontrarnos con el camión del tour para que pudiéramos continuar nuestro viaje. Nos encontraríamos con el camión turístico para ir a visitar el cerro Payun y sus alrededores.

Una vez más, viajamos a través de la mitad de la nada, por un camión turístico que llegó horas más tarde. Mientras viajamos con Aldo, él nos explicó que el agua que venía del manantial y alimentaba la casa era potable y que también la utilizaban para generar electricidad.

Aldo no se veía muy preocupado por el camión que nos recogería y fue a tomar yerba mate con los dueños de la casa. Chris no quería sentarse a esperar el camión, así que se fue a caminar. Yo no estaba segura de que cuando el camión llegara, se detendría y preguntaría por nosotros. Me senté afuera esperando el camión turístico, en una bella mañana soleada, recargada contra una pared de roca, intentando relajarme pero estando atenta a cualquier sonido. El camión llegó cerca de dos horas tarde, el chofer abrió la puerta y el guía de turistas salió corriendo, gritándome que me subiera al camión porque se les hacía tarde.

¡Le expliqué que mi esposo también venía y que teníamos maletas también! El guía parecía bastante enojado por las maletas y el camión no tenía ningún espacio adentro para ellas. El chofer las arrojó al techo y luego subió para amarrarlas, luego nos subió al pequeño pero lleno camión con otras 15 personas y partimos a toda velocidad a la siguiente aventura. Fue un cambio dramático de nuestros días anteriores de tranquilidad, aislamiento y amplitud, cambiamos de inmediato a una energía frenética en un camión atestado con un guía que narraba el paisaje.

Hicimos un recorrido por la reserva de Payuna y sus paisajes negros y áridos con pastos cortos de color verde amarillento alrededor de los volcanes. Teníamos mucho tiempo y subimos a dos volcanes en grupo. No podría decirte a cuáles. Tenemos muchas fotos, pero en aquellos días las tomábamos con cámaras digitales. Las cámaras tenían GPS, pero se agotaba rápidamente la batería y, como ya he dicho, estábamos en medio de la nada. En cualquier caso, la geografía de la zona es fascinante.

Uno de los volcanes más grandes de la región es Payún Matrú. Es un volcán en escudo, formado hace unos 168,000 años, y su actividad se detuvo hace poco más de 500 años. Su nombre significa "cabra barbuda" en el dialecto local. Este volcán en escudo tiene poco más de 2 km de altura y cubre unos 5,200 km cuadrados de tierra con lava. La caldera en sí es enorme, de 7 a 8 km de ancho y 480 m de profundidad.

Un volcán en escudo es un volcán que tiene un perfil bajo y parece un escudo tendido en el suelo. Este tipo de volcanes se forman porque su lava es muy viscosa, o muy líquida, por lo que la lava fluye más lejos. El volcán en escudo activo más grande del planeta es el Mauna Loa. El más grande del sistema solar es el Monte Olimpo en Marte. Como dato curioso, el Monte Olimpo tiene 2,5 veces la elevación del Monte Everest desde el nivel del mar. El Monte Olimpo está empatado con un cráter de impacto en el asteroide Vesta como la montaña más alta del sistema solar. Payún Matrú tiene uno de los flujos de lava más largos de la tierra en nuestra era geológica moderna, con unos 100 km, y su flujo de lava es comparable a los flujos más largos de Marte.

Fue realmente especial estar en esta región. En un volcán, caminamos hacia la entrada de la caldera, nos sentamos en el borde y contemplamos el abismo. ¡Hacía mucho aire y el guía nos dijo que no nos acercáramos demasiado a la orilla! En el otro volcán, subimos una parte y miramos hacia abajo al pequeño camión y la pequeña gente abajo. Fue un tour bastante activo con múltiples paradas, subiendo y bajando del camión.

El camión en sí fue una experiencia algo rara. Todos llevaban sus abrigos puestos en el camión porque el aire acondicionado estaba muy frío. Le pedimos a la guía que le bajara, pero siempre volvía a funcionar a todo lo que daba. Al final del recorrido mientras íbamos de regreso a Malargüe, empezó a llover. Nuestras maletas estaban en el techo del camión, mojándose. Le recordamos a la guía que nuestras maletas estaban afuera. Siendo la persona alegre que era, detuvo al camión a regañadientes, bajo nuestras maletas y las puso en la fila central del camión. ¡El camión en serio no tenía nada de espacio extra!

Eventualmente llegamos de nuevo a Malargüe, nos quedamos una noche, luego tomamos el camión a Mendoza, donde investigamos las actividades y nos inscribimos a una excursión de rafting de medio día y una excursión de “bicicletas y vino” para el otro.

En el verdadero estilo argentino, y para mi consternación, la excursión de medio día tomó un día entero. Nos recogieron relativamente a tiempo, conocimos a otros turistas en el camión y fuimos a las montañas. El guía de rafting era un hombre joven de Vancouver que estaba viviendo en Argentina para aprender español. 

Tuvimos la experiencia total de ponernos el equipo completo, incluyendo casco y chaleco salvavidas, aprender a remar en la balsa, a permanecer en ella durante el viaje con tropezones y qué hacer si nos caíamos. Estoy segura de que los guías hicieron la mayor parte del trabajo de dirigir la balsa, pero lo hicieron divertido, gritándonos por encima del ímpetu de los rápidos cuándo remar y prepararnos.

Terminamos el rafting a las 12:30pm. El almuerzo era parte del paquete del tour y nos ofrecieron una hamburguesa con pan y algo de salsa golf y nada más. No era muy apetitoso, ¡y no podíamos comprar más comida! Todos habían terminado con el rafting y el almuerzo a la 1:30 y luego esperamos hasta las 4pm. ¿Por qué? La van no se iría hasta las 4pm porque los choferes no iban a manejar de vuelta durante la hora de la siesta. 

Esperamos alrededor de 2.5 horas, hablando entre nosotros, con hambre y viendo a los 4 choferes jugar pool y ping pong. ¡La tradición de la siesta parecía tan ineficiente! Los choferes nos podrían haber regresado a la 1:30 y luego tener libre el resto del día, pero en vez de eso jugaron ping pong mientras los mirábamos fijamente desde los bancos.

Nuestras guías recomendaban Bikes And Wines, una empresa que ofrecía tours por la región vinícola con alquiler de bicicletas. Su publicidad y página web parecían bastante buenas y detallaban que el precio incluía una variedad de cosas: Gatorade o agua, alforjas, una visita guiada en español o inglés, almuerzo, alquiler de una bicicleta cruiser o de montaña, un casco y reservas en bodegas con "estacionamiento exclusivo para bicicletas". Compramos un tour y pagamos aparte el traslado del hotel de ida y vuelta al lugar de alquiler de bicicletas.

Estábamos listos a las 9:30 para nuestro paseo. A las 10:15, el vehículo aún no había llegado. Pedimos a la recepción del hotel que llamara a la empresa y nuestro vehículo llegó 20 minutos después. ¡Estábamos casi seguros de que se habían olvidado de nosotros! Llegamos al lugar de alquiler de bicicletas y nos encontramos con  bicicletas oxidadas y viejas, con asientos horribles y pedales rotos. En cuanto al resto de las "características" del tour…

Cuando no nos ofrecían Gatorade o agua, lo pedíamos. ¡Era un día relativamente caliente y lo necesitábamos! Cuando no nos ofrecieron una alforja, la pedimos. ¡La necesitábamos para llevar el vino que fuéramos a comprar! Cuando no nos ofrecían una guía, ¡la pedimos! Nos dieron un pequeño pedazo de papel con un mapa. ¡No sólamente no tenían una persona como guía, no querían darnos el mapa, que necesitábamos!

Cuando preguntamos sobre el almuerzo, nos señalaron en el mapa para mostrarnos en cuál bodega comer. Nos dijeron que costaba 35 pesos. Preguntamos por qué teníamos que pagar el almuerzo si ya habíamos pagado 110 pesos y estaba incluido. Nos dijeron que no habíamos pagado el almuerzo, y dijimos que sí. Nos dieron un cupón para usar en dicha bodega. En ese momento, dudamos de tener reserva para el almuerzo y decidimos no preguntar por el casco.

Nos dirigimos a la primera bodega y los problemas con la bicicleta empezaron a aparecer a 250 metros de la tienda. No lográbamos que el asiento de una de las bicicletas se mantuviera en su sitio. Conseguimos apretar el tornillo para que no se moviera. Entonces me di cuenta de que mi pedal estaba roto. Todavía se podía usar y no regresamos a devolver la bicicleta, aunque deberíamos haberlo hecho. ¡El pedal empeoró progresivamente durante el trayecto! El asiento me presionaba dolorosamente la entrepierna, pero pensé que podría aguantar. Chris llevaba la alforja en la bicicleta y tuvo que pedalear con los talones en lugar de las puntas de los pies, porque si no, sus pies golpearían las alforjas.

En una bodega, hicimos una agradable visita guiada entre las barricas y catamos vinos. Nuestro almuerzo consistió en un cuarto de cabeza de lechuga y un pedazo de filete. Tardamos unos 45 minutos en llegar y la carne estaba sobre-cocida y dura. En la tercera bodega nos pidieron pagar 15 pesos por persona para las degustaciones, lo cual rechazamos.

La cuarta y última bodega, Vino de la cera, salvó todo el recorrido. Era pequeña, amigable, el anfitrión nos habló en español aunque hablaba inglés con fluidez. Platicamos con él mientras degustamos vino, nos pusimos algo alegres, y nos fuimos con dos botellas en la alforja. Nuestra parada final fue una chocolatería donde compramos algunos chocolates ( por supuesto). Fuimos de vuelta en bicicleta al principio y nos sentamos en puffs a descansar nuestros cuerpos adoloridos mientras esperábamos el traslado al hotel. A excepción de las bicicletas terribles, la falta de guía y el almuerzo decepcionante, nos la pasamos muy bien.

Este fue el final de nuestra aventura en Mendoza y Argentina. Al día siguiente tomamos el camión para ir a Santiago de Chile. En resumen, esta parte del viaje fue más interesante que la primera en Buenos Aires, Bariloche y Junín de los Andes. Tal vez nos habíamos acostumbrado a que las cosas nunca llegaran a tiempo. La forma de vida argentina nos agotó, o quizás se nos pegó. Hace poco me enteré de que Grecia abandonó la cultura de la siesta y experimentó un aumento de enfermedades cardíacas al dejar de tomarse ese descanso del mediodía. Estoy segura de que la siesta es beneficiosa para muchas culturas, especialmente en climas cálidos y para quienes trabajan al aire libre. Si pudiera hacerlo todo de nuevo, probablemente me relajaría un poco más, disfrutaría de la siesta y vendría preparada con más bocadillos y un poco de chocolate medicinal.

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